Jóvenes

«Los jóvenes de ahora hacen exactamente lo que siempre hicieron los jóvenes. Sólo la indumentaria difiere. Los jóvenes creen estúpidamente que lo que es nuevo para ellos debe serlo también para cualquier otro. Por mucho que abominen de los convencionalismos, están simplemente repitiendo lo que otros hicieron antes. La única diferencia es que la sociedad ya no se asombra tanto como antes de sus extravagancias y que para llamar la atención los jóvenes han de incurrir en exageraciones cada vez mayores»

Después del banquete; Yukio Mishima

Yukio Mishima (三島由紀夫, Mishima Yukio), de verdadero nombre Kimitake Hiraoka (平岡公威, Kimitake Hiraoka),fue un escritor y dramaturgo japonés nacido en Tokio el 14 de enero de 1925 y muerto el 25 de noviembre de 1970.

Tartamudo

Yo era de complexión débil: vencido siempre en las carreras atléticas, en la barra fija; y, para colmo, tartamudo, lo cual me llevó a replegarme todavía más en mí mismo. Todos sabían que yo provenía de un templo. Los compañeros más crueles, para burlarse de mí, hacían imitaciones de un monje tartamudo leyendo oraciones. En un texto de nuestros libros de clase aparecía un detective tartamudo: adrede, me leían este párrafo en voz alta.

Ni que decir tiene que este defecto mío levantaba un muro entre el mundo exterior y yo. Es siempre el primer sonido, la primera voz, la que halla mayor dificultad en brotar; ella es, en cierto modo, la llave de la puerta que separa mi universo interior del mundo exterior. Pero jamás me ocurrió llegar a notar que esta llave diera la vuelta sin esfuerzo. La gente, en general, maneja las palabras como quiere, puede dejar abierta esa puerta que separa dos mundos y dar paso de este modo a una constante corriente de aire. Pero a mí eso me estaba totalmente vedado: la llave estaba oxidada, irremediablemente oxidada.

El tartamudo, en su desesperado esfuerzo por hacer brotar el primer sonido, es como un pájaro que se debate para liberarse de una liga tenaz (su mundo interior) y, cuando al fin se ha liberado, es siempre demasiado tarde. Por supuesto, reconozco que la realidad exterior, mientras yo me debato desesperadamente, da la impresión de concederme una tregua, de consentir en esperarme; pero esta realidad que me hace la gracia de esperarme, ya no tiene para mí ninguna frescura… Cuando, después de esforzarme mucho, conseguía al fin comunicar con el mundo exterior, era para encontrarme delante de una realidad que en un abrir y cerrar de ojos había perdido todo su color, una realidad sin el menor resto de gracia, sin el menor resto de frescor, que olía medio a podrido; pero era la única que parecía armonizar conmigo.

El pabellón de Oro Yukio Mishima

El pabellón de Oro de Yukio Mishima

Yukio Mishima (三島由紀夫, Mishima Yukio), de verdadero nombre Kimitake Hiraoka (平岡公威, Kimitake Hiraoka),fue un escritor y dramaturgo japonés nacido en Tokio el 14 de enero de 1925 y muerto el 25 de noviembre de 1970.

El fin del mundo

 -Imaginad que estáis haciendo cola en un supermercado, digamos que en el supermercado Vons, en la esquina de Subset con Tahquitz, aunque en teoría podría ser un supermercado cualquiera, y estáis de un humor de perros porque al venir en coche habéis tenido una discusión con vuestro mejor amigo. La discusión se inició por culpa de una señal de tráfico que decía “Ciervos durante 3 kilómetros”, y tú dices: “¿De verdad esperan que creamos que queda algún ciervo?” lo que hace que tu mejor amigo, que va en el asiento del pasajero mirando la caja de las casetes, encoja los dedos dentro de su calzado deportivo. Y te das cuenta de que has dicho algo que resulta inquietante y divertido, por lo que llevas las cosas más lejos. “Y a propósito –añades-, ¿no te parece que ahora ya no se ven tantos pájaros como antes? Y ¿sabes lo que me contaron el otro día? Que en el Caribe ya no queda ni una concha porque los turistas se las llevan todas. Y ¿no se te ha ocurrido pensar nunca que cuando vuelves en avión de Europa, y estás unos ocho kilómetros por encima de Groenlandia, hay algo, no sé, anormal, en que se puedan comprar máquinas fotográficas, whisky y pitillos en el espacio?” 

Entonces tu amigo explota, te llama imbécil, y dice: “¿Por qué coño eres siempre tan negativo? ¿Por qué tienes que ver algo deprimente en todo?”
Tú respondes: “¿Negativo? ¿Yo? Creo que realista es una palabra más adecuada. ¿Cómo puede ser que vengamos en coche desde Los Ángeles, que hayamos visto veinte mil kilómetros cuadrados de centros comerciales y que no tengas ni la más mínima sospecha de que algo, en alguna parte, está yendo muy, pero que muy mal?”
 

VONSº

VONSº

La discusión no lleva a ninguna parte, claro. Siempre pasa con ese tipo de discusiones, y posiblemente te acusen de ser un negativo pasado de moda. Resumiendo, que estás solo en Vons, el número tres de la cola, con malvavisco y briquetas para la barbacoa de la tarde, el estómago encogido y con acidez por el enfado, y tu mejor amigo está afuera, dentro del coche, ignorándote expresamente y oyendo malhumorado música de big band en la emisora de onda media que trasmite del circo sobre hielo desde el valle de Cathedral City.
Pero parte de ti está también fascinada por el contenido del carrito del hombre, a todos los efectos obeso, que se encuentra delante de ti en la cola.
 

“La radio no suena –anuncia tu amigo-, y mira… -Por las ventanas de delante ves señales de estelas de vapor que salen de la base de marines de Twentynine Palms del valle-. Pasa algo importante.”
Entonces es cuando empiezan a sonar las sirenas, el sonido más desagradable del mundo, y el sonido que llevas temiendo toda la vida. Ya está aquí: la banda sonora del infierno; gimiendo, resplandeciendo, espantosa e irreal, que colapsa y confunde tiempo y espacio del modo en que un exfumador confunde tiempo y espacio de noche cuando sueña horrorizado que fuma. Pero ahora el fumador se despierta y encuentra que tiene un pitillo encendido en la mano y el horror es total.
Se oye al encargado hablar por un megáfono. Pide a los clientes que desalojen el local con calma, pero nadie le presta mucha atención. Los carritos quedan abandonados en los pasillos y los cuerpos se escapan, llevándose trozos de carne y botellas de Evian que se les caen en la acera. El aparcamiento ahora parece tan civilizado como una pista de autos de choque.
Pero el gordo se queda, al igual que la cajera, que tiene mechones rubios, nariz huesuda de campesina y piel pálida translúcida. Ellos, tu mejor amigo y tú, os quedáis inmóviles, sin habla, y en vuestras mentes se enciende el mítico mapa del mundo de la sala principal del Mando de la Defensa Aérea de América del Norte, ¡qué cliché! Y en él aparecen dibujos de los misiles que constante e inexorablemente pasan por encima de Baffin Island, las Aleutianas, el Labrador, las Azores, el lago Superior, las Queen Charlotte Islands, Puget Sound, Maine… ya es sólo cuestión de minutos, ¿o no?
“Siempre me he prometido –dice el gordo, con una voz tan normal que hace que los tres volváis a la realidad- que cuando llegara este momento me comportaría con dignidad el tiempo que quedase, y por eso, señorita –dice, volviéndose hacia la cajera-, por favor, quisiera pagar lo que he comprado.” La cajera, a falta de otras alternativas, le cobra.
Luego llega El Destello.
 

“¡Dios santo, lleva de todo! Botellas de plástico de dos litros de diet cola, pasta preparada para hacer tartas con sabor a caramelo en el microondas con sus propios recipientes de aluminio incluidos (diez minutos de menos, diez millones de años en el muelle de descarga municipal del condado de Riverside), y litros y litros de salsa embotellada para espaguetis… toda su familia debe de andar terriblemente estreñida con un régimen así, y oye… ¿no tienen bocio?”
“Dios santo, el precio de la leche no es tan alto en estos tiempos”, te dices a ti mismo, fijándote en la etiqueta del precio de una de las botellas. Hueles el olor dulzón a cereza del distribuidor de chicle y a revistas sin leer, baratas y atractivas.
Pero de repente se apaga la luz.
Las luces se encienden, vuelve la normalidad, luego se oscurecen, se apagan otra vez. Lo siguiente que desaparece es la música ambiental, y después se oye el murmullo creciente de las conversaciones, enojadas, como en un cine cuando se corta la película. La gente se dirige al pasillo nueve a coger velas.
Junto a la salida, una compradora anciana intenta de muy mal humor salir con el carrito por unas puertas eléctricas que no se abren. Un empleado trata de explicar que se ha ido la luz. Por la otra puerta, que se mantiene abierta gracias a un carrito de la compra, ves que tu mejor amigo entra en la tienda.

 


“¡Al suelo! –gritas tú, pero ellos continúan con lo que estaban haciendo, como ciervos deslumbrados por los faros-. ¡No queda tiempo!” Pero tu aviso no lo escucha nadie.
Y entonces, justo antes de que las ventanas delanteras se conviertan en una sábana líquida que se hunde hacia dentro, como la superficie de una piscina vista desde abajo después de una zambullida…
…Y justo antes de ser bombardeado por una andanada de chicle y revistas…
…Y justo antes de que el gordo salga despedido por el aire, se mantenga suspendido en él y se incendie mientras el techo, que se ha vuelto líquido, sale disparado hacia arriba…
Justo antes de todo esto, tu mejor amigo gira el cuello, se acerca a donde estás tumbado y te besa en la boca, después de lo cual te dice: “Ya está. Siempre lo he querido hacer.”
 

Y eso es todo. En la ráfaga silenciosa de viento ardiente, como si hubieran abierto el trillón de puertas de horno que llevas imaginando desde los seis años, se termina todo: un poco de miedo, un poco de sexo, y sólo queda la añoranza. Muy parecido a la vida, ¿no os parece? 

Generación X de Douglas Coupland

Douglas Coupland, (Söllingen (Rheinmünster), Alemania; 30 de diciembre de 1961 – ); escritor de ficción, dramaturgo y artista visual canadiense.

Es conocido principalmente por su novela de 1991 Generación X, que popularizó el término «Generación X». Gran parte de los trabajos de Coupland exploran los cambios culturales inesperados creados por el impacto de las nuevas tecnologías en la clase media de la cultura norteamericana. Algunos temas persistentes en su obra incluyen el conflicto con los valores religiosos, familias disfuncionales, actitudes irónicas ante la saturación de los medios de comunicación y cierta fascinación por la cultura popular y los medios de comunicación de masas.

 

 

Azul, casi transparente.

—¿Te acuerdas, la última vez, asomaban algunas plumas de la almohada y después de hacer el amor tú sacaste una y dijiste: «Mira, qué plumas tan suaves», y me hiciste cosquillitas con ella detrás de la oreja y por el pecho y luego la tiraste al suelo? ¿Te acuerdas?
Lilly había traído la mescalina. Me había sorprendido por detrás y me había preguntado:
—¿Qué estás haciendo aquí tan solo?
Y cuando le dije que estaba contemplando la lluvia me habló de la pluma.
Me mordisqueó la oreja, sacó las cápsulas azules, envueltas en papel de plata, de su bolso, y las puso en la mesa.
Se oían truenos y estaba entrando agua; me dijo que cerrara la puerta de la terraza.
—Ya, bueno, solo estaba mirando fuera. ¿No mirabas la lluvia cuando eras niña? Ya sabes, no salir a jugar fuera, solo pegarse a la ventana para contemplar la lluvia, Lilly, ¿no es bonito?
—Ryu, eres un tío extraño, lo siento por ti, hasta cuando cierras los ojos tratas de ver cosas flotando. No sé muy bien cómo decirlo, pero si estás de verdad divirtiéndote, no tienes por qué pensar y buscar más cosas ¿no tengo razón? Siempre estás intentando ver algo más, y tomar notas, como un estudiante haciendo una investigación, ¿no? O como un niño pequeño. en realidad eres como un niño. Cuando eres niño quieres verlo todo ¿no? Los bebés miran directamente a los ojos a las personas que no conocen y ríen o lloran, pero intenta ahora mirar directamente a la gente a los ojos, te volverás majareta antes de que te des cuenta. Sólo inténtalo, trata de mirar directamente a los ojos de la gente que te cruzas, empezarán a salírsete los tornillos muy pronto, Ryu, no deberías mirar las cosas como un bebé.
El pelo de Lilly estaba mojado. Nos tomamos cada uno una cápsula de mescalina, nos la tragamos con leche fría.
—Nunca he pensado en ello de esa manera, sabes, solo me parece entretenido mirar afuera.
Sequé su cuerpo con una toalla y colgué su chaqueta húmeda en el perchero. Le pregunté:
—¿Quieres que ponga un disco?
Lilly negó con la cabeza y dijo:
—No, tranquilo.
Entonces yo le dije:
—Lilly, supongo que habrás hecho viajes, ya sabes, cuando te pasas varias horas en la carretera para llegar al mar, o a un volcán o a cualquier otro sitio, saliendo por la mañana temprano y apenas puedes abrir los ojos y paras para beber un té de un termo en algún lugar bonito, en el camino, y al mediodía comes bolas de arroz en una pradera, ya sabes, el viaje típico.


»Y mientras estás en el coche, piensas muchas cosas ¿verdad? “Cuando salí de casa no pude encontrar el filtro de mi cámara, ¿dónde habrá ido a parar? O, ¿cuál era el nombre de la actriz que vi ayer en televisión? O, el lazo de mi zapato está a punto de romperse, o qué miedo tengo de tener un accidente, me pregunto si ya no voy a crecer más…” Piensas en un montón de cosas ¿verdad? Y entonces esos pensamientos y las escenas que ves moviéndote en el coche se van apilando unos encima de otros.
»Las casas y los campos, poco a poco se acercan y luego desaparecen detrás tuyo ¿no es cierto? Y aquel escenario y lo que tú piensas se mezclan en tu cabeza. La gente esperando en la parada del autobús, y un borracho vestido de etiqueta dando tumbos, y una vieja con un cesto lleno de naranjas, y campos de flores y montañas y bosques, los ves y al poco tiempo ya no los ves más, así que se mezclan en tu cabeza con lo que ibas pensando., ¿sabes lo que quiero decir? Aquel filtro perdido de la cámara y los campos de flores y las montañas, todo se une. Y entonces yo lentamente lo coordino a mi gusto, las cosas que veo y las cosas que pienso, tomándome un largo tiempo y rebuscando en mi memoria sueños y libros que he leído y recuerdos, para hacer ¿cómo diría? una foto, sí, una escena como una foto de souvenir.Voy a contarte —dijo Lilly— la primera escena de la película: un helicóptero, que llegaría cargando una estatua de Jesucristo. ¿Qué te parece? ¿Vale?… La mescalina también te ha tocado. Eh, Ryu, vámonos a conducir un rato, vámonos a un volcán y tú podrás construir otra vez una ciudad y contarme lo que veas. Estoy segura de que está lloviendo en esa ciudad, con truenos y relámpagos y todo. ¡Vámonos! Repetí varias veces que podía ser peligroso conducir, pero Lilly no quería escuchar. Agarrando las llaves, salió corriendo a través de la flagelante lluvia.

»Y poco a poco añado a esa foto las nuevas imágenes que voy viendo, y finalmente la foto está llena de gente hablando y cantando y moviéndose por ella ¿entiendes? Sabes, les hago moverse por ella. Y entonces, todas las veces, aparece esa especie de enorme palacio, está esta cosa como un palacio en mi cabeza, con montones de gente juntándose y haciendo toda clase de cosas.
»Entonces es realmente divertido acabar éste palacio y mirar en su interior, igual que mirar la tierra desde las nubes, porque allí está todo, todas las cosas del mundo. Todo tipo de personas hablando diferentes lenguas, y los pilares del palacio están hechos con estilos muy diferentes, y comida de todas partes del mundo se amontonan en las mesas.
»Es mucho más grande y detallado que una película. Hay todo tipo de personas, realmente todo tipo de personas. Ciegos y mendigos y cojos y payasos y enanos, generales con galones dorados y soldados cubiertos de sangre, caníbales y negros pintarrajeados y toreros y atletas musculosos, y nómadas rezando en el desierto, allí están todos con algo que hacer. Y yo los observo.
»El palacio siempre está junto al mar es hermoso, es mi palacio.
»Es como si tuviera mi propio parque de atracciones y pudiera ir al país de nunca-jamás cuando quisiera. Sólo aprieto un botón y todo se pone en movimiento.
»Y mientras estoy disfrutando de esa manera, el coche llega a su destino, y saco el equipaje y planto la tienda
de campaña y me pongo el traje de baño y otra gente me habla, sabes, paso verdaderamente un mal rato tratando de proteger el palacio que he construido. Cuando los otros dicen que el agua está fabulosa, sin contaminar, o algo parecido, es como si fueran destruyendo mi palacio. ¿Me entiendes, no, Lilly?
»Una vez en Kyushu, fui a un volcán, un famoso volcán en actividad; cuando llegué a la cumbre y vi el humo y las cenizas saltando a mi alrededor, quise hacer volar mi palacio. No, ya antes, cuando olí el sulfuro de aquel volcán, encendí la mecha ya puesta en la dinamita. Basta una guerra, sabes, Lilly, para acabar con el palacio. Los enfermeros corren desorientados y los oficiales gritan «¡Adelante!» pero ya es demasiado tarde. El suelo explota y los pies vuelan en el aire, porque la guerra ha comenzado y yo ya no puedo hacer nada, yo no la he empezado pero antes de que te des cuenta de nada todo son ruinas.
»Como es un palacio imaginado por mí no importa gran cosa lo que le ocurra. Siempre ocurre igual, sabes, cuando hago un viaje, y también cuando miro afuera los días de lluvia.
»Mira, hace tiempo, cuando fui al lago de Kawaguchi con Jackson y los otros, tomé ácido, y cuando traté de construir el palacio, no se hizo un palacio sino una ciudad, sabes, una ciudad.
»Una ciudad con no sé cuántas carreteras y parques y escuelas e iglesias y plazas y antenas y fábricas y muelles y estaciones y zoos y oficinas municipales y mataderos. Y de mi decisión dependió también cada cara y cada tipo de sangre de todos los habitantes de la ciudad.
»Pensaba continuamente: ¿Nadie podrá hacer una película que se parezca a lo que pasa por dentro de mi cabeza? Sí, siempre lo pienso.
»Una mujer se enamora de un hombre casado, él se va a la guerra y mata a un niño en un país extranjero, la madre de ese niño lo salva a él en una tormenta sin saber lo que antes ha hecho, nace una niña, crece y se convierte en una puta y se lía con un gangster, un tío de lo más cool, sabes, pero un juez es muerto a tiros y el padre de este juez era de la Gestapo durante la guerra… Bueno finalmente la chica baja por una calle bordeada de árboles mientras suena de fondo una pieza de Brahms… Pues nada de esto sino todo lo contrario.
»Sería como cuando, sabes, cortas en canal un enorme buey y te comes un filete de ese tamaño. No, eso es difícil de entender, pero escucha, incluso si el filete es pequeño puedes seguir comiendo buey y hasta el buey, en cierto sentido. Así que me gustaría ver una película que cortase una rodaja de palacio o de la ciudad de mi cabeza, como si cortara un buey, creo que podría hacerse.
»Creo que podría ser una película como un enorme espejo, un espejo soberbio, reflejando a todo aquel que lo viera, me gustaría mucho ver una película así. Si hicieran una película así correría a verla.

Ryū Murakami (村上龍?), escritor y director de cine japonés, nacido en Sasebo, Nagasaki, el 19 de febrero de 1952. Su nombre verdadero es Murakami Ryunosuke (村上龍之介?).

Su prolifera carrera como novelista comienza en 1976 con la decadente Azul casi transparente, obra que lo convirtió en superventas y le granjeó el elogio de la crítica especializada.

Sus novelas suelen caracterizarse por la crudeza en las descripciones y la violencia de las situaciones narradas.

Debido a la coincidencia de apellidos con Murakami Haruki, en los ochenta sería frecuente que se hablara de los «dos Murakamis», aunque en realidad no son parientes ni comparten mucho en términos literarios.

Pescador y Banquero

Un banquero de inversión americano estaba en el muelle de un pueblito caribeño cuando llegó un botecito con un solo pescador.

Dentro del bote había varios atunes amarillos de buen tamaño. El americano elogió al pescador por la calidad del pescado y le preguntó:

¿Cuánto tiempo le había tomado pescarlos?

El pescador respondió que muy poco tiempo.

El americano luego le preguntó porqué no permanecía más tiempo y sacaba mas pescado.

El pescador dijo que él tenía lo suficiente para satisfacer las necesidades inmediatas de su familia. El americano luego pregunto:

¿Pero qué hace usted con el resto de su tiempo?

El pescador dijo: «Duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, hago siesta con mi señora, María, caigo todas las noches al pueblo donde tomo vino y toco guitarra con mis amigos, tengo una vida «placentera y ocupada».

El americano replicó, «Soy un MBA de Harvard y podría ayudarte. Deberías gastar mas tiempo en la pesca y con los ingresos comprar un bote mas grande, con los ingresos del bote mas grande podrías comprar varios botes y eventualmente tendrías una flota de botes pesqueros. En vez de vender el pescado a un intermediario lo podrías hacer directamente a un procesador y eventualmente abrir tu propia procesadora. Deberías controlar la producción, el procesamiento y la distribución. Deberías salir de este pequeño pueblo e irte a La Capital, donde manejarías tu empresa en expansión».

El pescador preguntó, – ¿Pero, cuánto tiempo tarda todo eso?

A lo cual respondió el americano, «entre 15 y 20 años».

«¿y luego que?»

El americano se río y dijo que esa era la mejor parte. «Cuando llegue la hora deberías anunciar un IPO (Oferta inicial de acciones) y vender las acciones de tu empresa al público. Te volverás rico, tendrás millones.

«Ahhh, millones …y; ¿luego que?»

Dijo el americano. «Luego te puedes retirar. Te mudas a un pueblito en la costa donde puedes dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con tus hijos, hacer siesta con tu mujer, caer todas las noches al pueblo donde tomarás vino y tocarás la guitarra con tus amigos».

El pescador respondió: «¿Acaso eso no es lo que tengo ya?»

Mishima

Un error que se comete a menudo en la infancia consiste en creer que si uno transforma a un demonio en un héroe, el demonio quedará contento.

Yukio Mishima.

La Montaña del Alma

https://i0.wp.com/farm1.static.flickr.com/47/148958641_34afd58917.jpg
No sé si has reflexionado sobre esa cosa extraña que es el yo. Cambia a medida que se le observa, como cuando fijas la mirada en las nubes del cielo, tumbado en la hierba. Al principio se asemejan a un camello, luego a una mujer, y por último se transforman en un anciano de luenga barba.
Nada sin embargo es fijo, puesto que en un abrir y cerrar de ojos vuelven a cambiar de forma.[…]

Echado en la cama, miras al techo. La sombra de la lámpara transforma también el blanco techo. Si concentras tu atención en tu yo, te das cuenta de que se aleja paulatinamente de la imagen que te es familiar, que se multiplica y reviste rostros que te asombran. Es por ello que me sentiría presa de un terror irreprimible si tuviera que expresar la naturaleza esencial de mi yo. No sé cual de mis múltiples rostros me representa mejor y, cuanto más los observo, más evidentes me parecen sus transformaciones. Finalmente, sólo queda la sorpresa.[…]

[…] Por experiencia, sé que cuanto más tiempo pasa, menos evoluciona esta imagen según tus deseos y que, a menudo, por el contrario, se vuelve monstruosa. No puedes ya aceptarla, pero, como se trata de tu yo, al final no te queda más remedio que hacerlo.
http://flickr.com/photos/osvaldo_zoom/2382582228/ by Osvaldo Zoom
Un día vi la foto pegada en mi carnet de autobús que había dejado sobre la mesa. En un primer momento,encontré mi sonrisita más bien agradable, pero acto seguido me pareció más exactamente burlona, un tanto altanera y fría, delatando cierto amor propio mezclado con no poca autosatisfacción, indicaba que me tomaba por un personaje superior. En realidad, percibí en ella una especie de afectación acompañada de una expresión de gran soledad y de vago terror, no era en absoluto el rostro de un triunfador. Podía leerse amargura en ella. Por supuesto que no podía haber en ella la vaga sonrisa habitual que nace de la felicidad involuntaria, sino que era más bien una expresión de duda ante la felicidad. Eso se volvía un poco aterrador e incluso inútil. La sensación de caer sin que enontrarse ningún asidero seguro. Nunca más he querido volver a ver esa foto.

A continuación, me puso a observar a los demás, pero al hacerlo, descubría que ese yo detestable y omnipresente también se entrometía, sin poder dejar de intervenir en la percepción del rostro ajeno. Si un rostro no conseguía emocionarme, si no conseguía encontrar gentes con las que identificarme entre los que pasaban delante de mí, los observaba, pues, sin verles. En una sala de espera, en un vagón de tren, en la cubierta de una embarcación, en una fonda o en un parque, o incluso dando un paseo por la calle, no elegía más que los rostros o siluetas próximas a aquellos que me resultaban familiares y en los que buscaba algún indicio que pudiera hacer resurgir un recuerdo enterrado. Cuando observo a los otros, los considero como espejos que me devuelven mi propia imagen y esta observación depende enteramente de mi estado de ánimo del momento.[…]

La Montaña del Alma,Capítulo 26, de Gao Xinjiang.

Gao Xingjian (1940), descubrió a los diecisiete años el mito de París en una revista checoslovaca escrita en lengua china. Allí pudo leer una biografía del escritor ruso Ilia Ehrenburg Evocaba su vida en París y la bohemia de los artistas surrealistas en los cafés parisinos de los años veinte. El escritor y periodista ruso contaba que había visto a una mujer entrar en un café, dejar a su bebé en la barra y marcharse diciendo que tenía que hacer un recado. No regresó jamás. Y la patrona reclamó a todos los clientes un suplemento en la propina para ayudar a criar al niño. Esta anécdota le trastornó: él quería vivir así, y decidió entonces aprender francés. Licenciado el año 1962 en la Facultad de Lenguas extranjeras, inició una carrera literaria que quedó interrumpida durante la Revolución Cultural (1966-1976). Como tantos otros escritores, pasó una temporada reeducándose en el campo. Se vio entonces obligado a quemar una maleta que contenía los treinta quilos de manuscritos que hasta ese momento llevaba escritos. Siguió escribiendo a escondidas pero tampoco pudo conservar la mayoría de los papeles de aquella época: a medida que los acababa, los iba enterrando envueltos en bolsas de plástico.

Monos y Plátanos

Monos y Plátanos

Un grupo de científicos encerró a cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de plátanos.

Cuando uno de los monos subía la escalera para agarrar los plátanos; los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que se quedaban en el suelo.

Se repitió esta escena varias veces y los monos relacionaron la escalera y el agua, de modo que cuando un mono intentaba subir, sus congéneres lo molían a palos.

Después de haberse repetido varias veces esta experiencia, ningún mono osaba subir ya la escalera, a pesar de la tentación de los plátanos.

Entonces, los científicos sustituyeron a uno de los monos por otro ajeno hasta ahora al experimento.

Lo primero que hizo este mono novato, nada más ver los plátanos, fue subir la escalera. El resto de veteranos, rápidamente, lo bajaron y le asestaron golpes antes de que arrojasen el agua fría sobre ellos.

Después de algunos intentos, el nuevo integrante del grupo nunca más subió por la escalera.

Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió exactamente lo mismo que en el caso anterior, pero además, el primer sustituto participó con especial entusiasmo en la paliza al nuevo.

Un tercero fue cambiado, y se repitió el suceso, también el cuarto, y finalmente el quinto de los monos originales fueron sustituidos también por otros novicios.

Los científicos se toparon con un grupo de cinco monos que, a pesar de no haber recibido nunca una ducha de agua fría, continuaban golpeando a aquél que intentaba llegar hasta los plátanos.

Si fuera posible preguntar a alguno de ellos por qué pegaban con tanto ímpetu al que subía a por los plátanos, con certeza ésta sería la respuesta: «No lo sé. Aquí, las cosas siempre se han hecho así».

Buscar

Cuando alguien busca -dijo Siddhartha-, suele ocurrir que sus ojos sólo ven aquello que anda buscando, y ya no logra encontrar nada ni se vuelve receptivo a nada porque sólo piensa en lo que busca, porque tiene un objetivo y se halla poseído por él. Buscar significa tener un objetivo. Pero encontrar significa ser libre, estar abierto, carecer de objetivos.

Herman Hesse

http://flickr.com/photos/artalways/15227902/

La Naturaleza Escorpión

“En cierta ocasión una rana se encontraba dilucidando que hacer para salvar su vida de una gran avenida de agua por la que estaba siendo rodeada. Cuando de pronto se le acercó un escorpión y le dijo: -rana. ¿Podrías llevarme sobre tu lomo a sitio seguro?.

La rana miró sorprendida al escorpión, pues no creía lo que estaba escuchando. -¿Cómo tu un escorpión me pides a mí que te permita subir a mi espalda?, pues se que cuando estemos a mitad de camino me clavarás tu aguijón y moriré al instante.

El escorpión queriendo tranquilizar a la rana le hablo así: -Soy un escorpión, sí, pero no soy un tonto, ¿no crees que si te clavo el aguijón ambos moriremos ahogados?, y yo quiero salvarme.

La rana quedó convencida por el razonamiento del escorpión y accedió a transportarlo sobre su espalda, en un momento se lanzó al agua y se puso a nadar con brío intentando alcanzar una orilla segura. Más cuando ya estaban a mitad de camino, el escorpión alzando su mortal carga le clavo profundamente su aguijón.

La rana confundida solo acertó a preguntar ¿por qué lo has hecho? ahora moriremos los dos.

El escorpión le contestó; -lo siento sapito, es mi naturaleza.”

https://i0.wp.com/farm4.static.flickr.com/3009/2772773842_bb922261f1.jpg